Por: Francesco Lavarello
Los padres que observan el crecimiento corporal de sus hijos –desde los 3 años para adelante-, también se percatan que aprenden más palabras y pueden hacer una oración más fluida sobre lo que quiere, desea, siente, actúa y piensa. De esta manera, el niño puede desenvolverse, no solo en la familia, sino también en sus relaciones sociales con personas del exterior del hogar como con la tía, abuela, abuelo, vecina, amigos. Asimismo, comienzan algunas actitudes que demuestran lo que quiere hacer el niño, tales como meter la mano a la torta, no guardar sus juguetes, no querer levantarse temprano para ir a clase, o bañarse cuando está sucio. Estas conductas pueden generar frustración en la mamá y el papá, pero también molestia o tristeza en los niños al no ser permitidas.
En ese sentido, algunos padres suelen recurrir a los sermones, llamadas de atención, gritos, castigos o incluso golpes, lo que lleva a que se sientan culpables y que los niños se sientan temerosos o rabiosos con sus papás. En otros casos suele ocurrir lo opuesto, como dejar al niño hacer lo que quiere sin importar las consecuencias. Hablar sobre los límites es un tema es muy difícil, pues los padres pueden sentir temor a juzguen su manera de impartir reglas a sus hijos en casa por la acciones ya mencionadas. Sin embargo, implementar los límites en los niños es importante para una adecuada convivencia familiar y en para las futuras relaciones sociales. Aquí te dejamos una explicación sobre la implementación de los límites a través de la escucha, respeto, empatía y comprensión.
Al instalar los límites es necesario que podamos incluir a los niños en la elaboración de estos. Si les preguntamos: “¿qué te parece si te digo que una regla es no jugar con la pelota en casa?” El niño se sentirá escuchado, respetado y valioso por dar su opinión. En estas reuniones familiares con él podrá darse cuenta de la importancia que cada acto puede repercutir en su familia. Otro punto a tener en cuenta al establecer los límites es que sea justos, a veces los niños no lo podrán cumplir y debemos acompañarlos y enseñarles poco a poco a interiorizarlo. Al mismo tiempo que se respete las disposiciones del adulto.
Por otro lado, si un niño no puede respetar los límites pactados, no caigamos en ser inflexibles con ellos, ni tampoco permisivos. Comprender a los niños no quiere decir que seamos permisivos. Comprender significa que primero debemos escuchar lo que están diciendo, respetar ese momento de desolación y responder como: “¿Parece que estás molesto porque no puedes subir al mueble con los zapatos puestos?” ante esta pregunta el niño puede pensar lo que siente y reflexionar en base a su actitud. De está manera, el adulto o padre puede ayudar al niño a reflexionar, en vez de gritar o quitarle nuestro cariño como castigo. Esta reflexión permitirá ver las consecuencias de los actos como: “Si subes al mueble con los zapatos se ensuciaría y entonces tendría más trabajo en casa o tendrías que limpiar tú.”
Si el niño/ busca transgredir los límites pactados, podemos darle el beneficio de que nos cuente que lo llevó a actuar así como: “¿qué ha pasado?”; y si en caso esta actitud ha perjudicado a alguien más dentro de la familia o exterior preguntarle como: “¿qué hubiera pasado si en vez de hacerlo a esa persona, esa persona te hubiera hecho algo así?” para ver que emociones podrá reconocer en el otro y así trabajar la empatía. De esta manera, podemos encontrar juntos una forma de reparar el hecho.
Espero les haya ayudado, recordemos establecer límites con escucha, respeto, empatía y comprensión.
Bibliografía:
Veiga-Nieto A. y Corcini, M. (2011). Límites en la educación infantil: ¿rigidez o flexibilización negociada?. Revista Educación y Pedagogía, 23 (60), 77-88. Recuperado de: https://revistas.udea.edu.co/index.php/revistaeyp/article/view/11411/10432
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