Por: Fátima Napán
Desde hace más de 15 años, escucho la palabra “papá”… claro, muy pocas veces eres tú del que hablo, siempre es el papá de una amiga, de un primo, de mi madre o hasta de algún sobrino. A veces escucho frases como: “que lindo tu papá qué hizo eso por ti”; otras veces: “claro, tu papá se pasó”. A veces es a mi a quien le toca decir: “mi papá murió cuando estaba pequeña”; “nos dejó para irse a trabajar”, y en los momentos en los que más duele mencionar las palabras que con tanta facilidad salen de mi boca: “no tengo papá, no existe”.
Durante tanto tiempo anhelé encontrar dos pares de ojos en las actuaciones escolares, a alguien que me consienta, que espante a mis primeros enamorados, que me lleve de la mano por el parque, o que por lo menos alce la voz para llamarme la atención. Durante tanto tiempo guarde silencio en las conversaciones sobre papás, pinte para algún tío la carta del día del padre, traje a mi abuelo o a mi madre cuando eras solicitado tú. Tanto tiempo traté de cubrir el vacío que dejaste, de defenderte de los insultos de otros, de imaginar tu lado más amoroso aunque lejano… tanto tiempo en vano porque, nunca llegaste, nunca te presentaste, nunca enviaste ninguna señal que mantuviera viva la esperanza, ni te sentiste atraído por la curiosidad de saber a quien habías dejado atrás.
Me canse de esperar… y finalmente el dolor y enojo se hicieron callo, callo que se vuelve duro e impenetrable, pero finalmente callo que me recordará siempre lo que pudo haber sido de nosotros dos… sentirme sostenido en tus brazos, tomarte de la mano, jugar al fútbol, escuchar tus gritos a través de las paredes de la casa o simplemente sentirme acompañado y querido por ti. Quererte a pesar de todo, admirarte y desear ser como tú, para luego pelear y dar la contra durante mi adolescencia. Poder decir que tuve un padre y no un vacío; poder contar anécdotas y no invenciones; llorar de tristeza y emoción el día de tu partida…
Tal vez nunca sabré qué se sentirá tener un padre, tal vez nunca sabré que pudo haber sido diferente. Lo único que sé es que, hasta en tu ausencia, el deseo y fantasía de haberte tenido cerca dejan una huella que lleva impreso tu nombre, sea cual sea. Una huella imborrable de aquel que, hace más de 15 años, decidió alejarse y perder la oportunidad de haber sido verdaderamente un padre. Tal vez por temor, por dolor o por ignorancia… ignorancia de lo importante que eras desde el momento en el que tomé mi primer aliento, y que serías hasta el momento en el que tome el último.
Una carta para ti, de nombre y aspecto desconocido, de intenciones y paradero incierto. Una carta que difícilmente traerá de vuelta a aquel que no dudo en dejarme, pero que tal vez esté a tiempo de detener a muchos que planean hacerlo, conociendo el inmenso vacío que dejó el que pudo haber sido mi padre.
Nota final:
Esta carta fue creada a partir de eventos y situaciones ficticias, no corresponde a ningún evento privado. Fue realizada bajo el respeto de todos aquellos que puedan leerla y sentirse identificados. A pesar de no ser una redacción que hable de una persona particular, busca representar a muchas otras que vivenciaron ausencia.
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