Por: Samir Chahua
¿El vínculo o el lazo biológico? Una determinación inacabada entre aquello que se forma desde la sensibilidad, de la emoción y a través del estar/presencia. Y la otra, desde la conectividad biológica, de la creación del cuerpo, como el embarazo. Estas ideas nos proponen pensar en qué es la paternidad y la figura del padre.
Podemos empezar por la pregunta: ¿Cómo surge la conexión con un otro?; de ahí surge una línea que nos invita a pensar que el padre se conecta desde el vínculo, desde la experiencia, porque se argumenta que no atraviesa el proceso de una madre. Asimismo, el imaginario o ideal que se viene a la mente cuando pensamos en vínculo o lazo, es una madre con su bebé, y en pocas ocasiones se integra la figura del padre. Y si agregamos las atribuciones o exigencias en el vínculo con el bebé, se considera e impone más deberes a la madre, respecto a estar y hacer con el bebé, perdiendo de vista en qué puede hacer el padre o cual es su rol en dicho vínculo.
Es entonces, que es hora de retomar la posición del padre como agente que construye un vínculo importante y que su figura produce efectos trascendentales en la madre y en el hijo(a). Para dar paso a este nuevo pensar, se debe iniciar con el cambio de diferentes discursos, como: “el dar a luz supone un vínculo más profundo”, esta idea debe ser puesta en duda, porque la relación/creación biológica no determina el establecimiento de un adecuado vínculo; y por el contrario, prima más la calidad y la forma de la presencia de estar con el bebé. Y la figura del padre puede saber cómo hacerlo.
Otro cambio de idea es “el padre forma y la madre ama”, la idea de expresar los sentimientos, las palabras afectuosas y los actos de amor son parte de nuestra naturalidad como personas. El ser padre implica sacar aquella expresión sensible y afectuosa consigo mismo y con los demás. Aquí se debe realzar la idea de los sentimientos como parte de la paternidad y que “el padre también ama”.
La idea de “madre solo una, padres muchos” se debe poner en duda y cambiarlo a “madre y padre unos”, aquí es importante asumir la misma importancia y condición a la figura del padre con la madre. La imagen del padre en ciertas ocasiones ha sido remitida hacia la ausencia, a la corrección y al “padre malo”, es hora de cambiar aquella imagen desde cómo vemos a un padre y desde la función de ser padre. Ambos aspectos lograrán una trascendencia en la idea social y en el vínculo que creamos.
Como idea última, que lleva a pensar más allá de ser padre es “uno es padre cuando sienta cabeza”, la idea de sentirnos y tomar nuestra función paterna no necesariamente debe ser cuando se tenga una esposa e hijos, sino, la función de ser padre, como el transmitir afectos, educar, compartir experiencias, entre otros, lo podemos hacer desde siempre. Que nuestras relaciones se nutran y que se experimenten de forma profunda y afectiva.
El siguiente paso en esta idea nueva es comprender la trascendencia que produce el vínculo paterno. Y ello lleva captar aquella escena inicial entre un padre y un bebé, aquella unión afectiva que ingresa desde la mirada, transcurre a través del cuerpo y finaliza en palabras, y que logra producir en el bebé aquella confianza y seguridad de estar en el mundo, de sentir que un padre está para él, para protegerlo y amarlos. Asimismo, esta presencia del padre con el bebé genera ante los ojos de la madre un amor satisfactorio, porque después de momentos dolorosos y desesperantes de la gestación y el parto, la figura del padre llena de amor en aquellos dolores físicos y emocionales, y produce en la madre la capacidad de afrontar aquella experiencia adecuadamente.
Seguidamente, el padre a través de su afecto/presencia fortalece y construye a la madre y al bebé. La madre, además de su rol materno es una mujer que necesita el amor de un otro, en ese lugar se ubica el padre como aquel que fortalece a la figura de la madre. Así el padre alimenta el vínculo madre – bebé. Y en el vínculo padre – bebé, el padre sienta las bases fundamentales para la formación de la personalidad de su hijo.
También, el padre, al igual que la madre, contribuye en la formación emocional de sus hijos, en cuanto a su autoestima y en la forma de cómo se ven. Aquí los hijos miran en el padre y en la madre como aquellas figuras de identificación para poder desarrollarse y desenvolverse en el mundo. Cada experiencia personal del padre y la madre influyen en la construcción propia de los hijos.
A modo de cierre, que estás ideas iniciales conlleven a elaborar una identidad, una propia forma de ser y hacer la paternidad. Cada padre desde sus vivencias, desde su historia, desde sus emociones, sea el padre que desee ser para sí mismo y para su familia.
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