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El reto de estar separados, pero mantenernos juntos

Por Brunella Limonchi


Estas últimas semanas, nos venimos enfrentarnos a una situación que no nos había tocado vivir antes. De pronto, apareció un virus que nos obligó a quedarnos en nuestras casas y separarnos de aquellos que queremos. Desde ese entonces, nos hemos visto en la necesidad de adaptarnos a esta nueva situación y cambiar nuestra rutina de trabajo, de compras, de aseo e incluso de relacionarnos con los demás. Todas esas cosas que solíamos hacer normalmente se han visto en la necesidad de cambiar y adaptarse. Este domingo en nuestro país celebramos el día de la madre, y quizás, algunos de nosotros no estamos compartiendo estos tiempos con nuestros familiares, y los estamos extrañando, preguntándonos cómo viviremos este día a la distancia y como nos gustaría pasarlo, si no estuviéramos enfrentando este virus. Pero ¿Qué pasa con nuestros vínculos? ¿Cómo nos afecta la distancia?


Desde el día que nacemos comenzamos a relacionarnos con otros. El bebé tiene la necesidad de estar en contacto con alguien que esté a cargo de su cuidado, y así, poder sobrevivir. Seguro hemos escuchado hablar sobre el “apego” o “vínculo” que se establece entre la madre y su bebé desde el primer día de vida, e incluso desde el embarazo; esto hace referencia a la relación de amor, cuidado y proximidad que mantenemos para poder asegurar que el bebé esté seguro y pueda enfrentarse al mundo (Bowlby, 1958). Durante los primeros meses - e incluso años - de vida, la mamá está presente todo el tiempo y responda a las necesidades del bebé, ya que este no cuenta con las herramientas necesarias para cuidarse por sí mismo. Durante esta etapa es muy difícil pensar al bebé separado de su madre. Sin embargo, conforme va creciendo, va aprendiendo formas de relacionarse y socializar con lo demás, de manera que logran incluir a los otros en su mundo y no necesitan únicamente del cuidado de su madre (Barg, 2011).


Mientras vamos creciendo, las dinámicas de cuidado cambian. El niño pequeño, va adquiriendo las capacidades necesarias para realizar ciertas actividades por su cuenta, y cada vez, logra independizarse del cuidado de su madre. No obstante, más allá de la necesidad de este vínculo, existe el deseo de mantener esa proximidad, amor y cuidado. La mamá y el bebé, estaban acostumbrados a estar juntos y recibir constantemente atención y cuidado; y de pronto un día nos toca separarnos, para que cada uno pueda realizar sus propias actividades, ya sea ir al trabajo, ir al nido o al colegio. No obstante, estas primeras separaciones nos cuestan, nos asustan, nos da rabia y tristeza, ya que tenemos el deseo de estar con nuestra madre y el miedo a perderla (De Barrantes, 2008). Poco a poco, al hablar de los sentimientos que nos genera, vamos interiorizando esta separación, hasta que el niño pequeño logra conservar la imagen de su madre en su mente, y ya no necesita de su presencia física para sentir su compañía y su cuidado. De esta manera, el niño pequeño, construye durante sus primero años, la capacidad de estar solo y la sensación interna de estar acompañados (Maza, 2009); logrando así separarse de su madre y tener una rutina independiente, sabiendo que, pronto podrán reencontrarse.


De este mismo modo, logramos sobrellevar las separaciones durante nuestra vida adulta. Si bien, ya no tenemos la necesidad de cuidado para sobrevivir como cuando éramos pequeños; siempre queda el deseo de mantener este vínculo. Pues este no desaparece con el paso de los años. Sabemos que a pesar de no tener la presencia física de nuestra madre, familiares o amigos, podemos pensarlos y acompañarnos a la distancia. Quizás estamos extrañando su presencia y compartir momentos juntos, como lo hacíamos antes, sin embargo, cada día vamos encontrando maneras de seguir conectados a la distancia.


Pensando en estas últimas semanas, quizás nos damos cuenta que ahora llamamos más seguido a nuestra mamá, y a pesar de que antes podíamos vernos, ahora estamos más conectados y presentes. También, puede ser una videollamada con los amigos, conversaciones por teléfono con la familia, compartir una foto, o un video… vamos creando distintos medios para sentir la presencia de otro a pesar de no estar físicamente cerca. Y es así, como quizás este año nos toca celebrar el día de la madre de manera diferente, cada uno desde su casa y deseando poder reencontrarnos. Sin embargo, a pesar de la distancia encontramos maneras de estar juntos y acompañarnos, porque sabemos que el cariño y el amor que sentimos por el otro, trasciende la barrera de la distancia física. No obstante, estamos seguros que cuando todo esto pase, nuestros vínculos serán más fuertes y estaremos dispuestos a reencontrarnos y conservar estos lazos que nos unen.


Les deseamos un feliz día de la madre, a todas la mamás que están leyendo este artículo. A las que la pasarán junto a sus hijos y a las que quizás, este año les toca pasarlo separados. Estoy segura que encontrarán las forma de mantenerse conectados y estar presentes, a pesar de la distancia.


Referencias


Barg Beltrame, G. (2011). Bases neurobiológicas del apego: Revisión Temática. Ciencias Psicológicas, 5(1), 69-81.

Bowlby, J. (1958). The nature of the child's tie to his mother. International journal of psychoanalysis, 39, 350-373.

De Barrantes M. (2008) La entrada al nido. El crecimiento emocional del niño en la escuela. APPNA.

Maza, B. (2009). La angustia de separación. En Maza (Ed.), La Casa de la Familia, Una contribución psicoanalítica a la salud pública en el Perú. Lima, Perú: Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos.


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