Por: Francesco Lavarello
En estos tiempos de pandemia, con el equipo de La Casa de la Familia no quisiéramos dejar de lado algunos eventos importantes de comunicar como el proceso del duelo por una repentina muerte de un familiar o amistad cercana. Esta persona que se ha ido ya sea por el mismo virus que nos azota o por una de la diversidad de causas que suceden en nuestra realidad. Por ello este escrito va dirigido a todas aquellas personas que sufren por la muerte de un ser querido.
El duelo, como ya mencionamos, es un proceso. Este proceso es descrito específicamente como una transformación de aquella persona -que veíamos, sentíamos, escuchábamos, hablamos, olíamos, etc- en parte de uno mismo. Cuando nos referimos a transformación queremos decir que nos oponemos a otra manera de actuar frente al duelo como el “debo dejarlo atrás”, “ya lo superé”, “ya lo olvidé”. Entonces ¿cómo es el duelo por medio de la transformación?
Lo que ocurre normalmente cuando pasamos por el duelo es que pensamos mucho en la persona que falleció y nos invade el dolor, el sufrimiento, la tristeza, la melancolía. Lo que tratamos de hacer es pensar en alguna manera de darle sentido a lo que se vive como real. Esta etapa es la que comúnmente se llama negación, donde tratamos de volver al equilibrio que sentíamos antes de la muerte del ser querido, sin embargo, tarde o temprano se topará con la realidad insoportable. Esta etapa puede ser expresada verbalmente o no por el que sufre. Pero en esa desesperación por buscar un sentido a lo que ha ocurrido, entendemos la muerte como una “decisión” en la que busca culpables. En esta etapa se le hace llamar ira. Debido a que el enojo o frustración del que sufre buscará expulsarlo hacia el exterior al ser incontenible. Esta frustración también es un choque entre el deseo de querer que “todo esté bien” con la realidad irreversible de la muerte. Esta rabia interna puede llegar a expresarse hasta en animales u objetos. Luego, al no contentarse con ningún medio, la persona que sufre buscará negociar con alguna identidad divina o hasta con el mismo ser querido que ha fallecido para revertir la situación, pero nuevamente choca con la realidad que hace notar que la muerte seguirá siendo irreversible. Después vendrá la etapa depresiva como expresión del sufrimiento colosal de percibir que la muerte es real para el ser querido y que no podemos remediarlo.
Antes de continuar con la última etapa del duelo, sería bueno mencionar cómo hacen estas personas para procesar su pérdida. Nos quisiéramos centrar en el uso de la palabra en las conversaciones con otras personas cercanas, donde sentirse resguardado. Que estas etapas mencionadas no nacen en secuencia o vienen con fecha de caducacidad exacta sino que un buen acompañamiento ayuda a recordar las cualidades más destacables de la persona fallecida, o hasta comentar que hubiera hecho el fallecido en determinada situación, realizar hobbies que disfrutaban juntos, hablar sobre los recuerdos que tienen con la persona fallecida. El origen de la última etapa sobre el proceso del duelo es la aceptación de que la persona querida se ha ido, pero se ha transformado para formar parte de tu vida en un juego con pelota como lo hacía con él, cada vez que tejas algún bordado como te lo enseño ella, cada vez que ejerzas la carrera que elegiste para seguir los pasos de tu abuelo o abuela. Lo que tratamos de resaltar es que un proceso de duelo es mejor llevado en compañía de otros, en juntarse con personas que te escucharán, que percibirán tu dolor, que estarán a gusto de oír cómo pones en palabras tu dolor para extraerlo y renazca la alegría o el placer.
Referencia
Baker, J. E., Sydney, M. A., & Gross, E. (1992). Psychological tasks for bereaved children. American Journal of Orthopsychiatry, 62, 105-116.
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