Por: Fátima Napán
¿Qué ves cuando ves un rostro? facciones, vello, piel, marcas tal vez…
¿Y cuando miras más de cerca, cuando te esfuerzas un poco más? recuerdos, historias, sentires…
Cada uno de nosotros, cada uno de nuestros cuerpos… somos más que un cúmulo de materia, somos materia con historia, materia moldeada a partir de cada aventura vivida y las que quedan por vivir.
Al nacer se nos asigna genéticamente una estética, una forma y figura. Con aquel “envase” empezamos a relacionarnos con el mundo que nos rodea, empezamos a vivir alegrías y penas. Impactamos al mundo con nuestra presencia, pero el mundo nos impacta de regreso, las tristezas marcan nuestro rostro y cuerpo, como si fueran pequeñas e invisibles cicatrices que nadie cuestiona pero que están allí. Imaginemos pues a un ser humano agotado, cansado, fatigado de trabajar o de sufrir. Las ojeras en su cara y el decaimiento en sus ojos nos darán pistas sutiles, mientras que las arrugas en las comisuras en los labios seguramente nos hablarán de una persona que disfruta, que ríe, que se alegra…
Imaginemos el rostro de un niño asustado por la violencia de su padre, sus ojos, sus cejas, sus labios… imaginemos su cuerpo, tenso de los nervios, rígido de temor. Qué sucede cuando este niño vive cada día esta violencia, de pronto la tensión de sus hombros se vuelve parte de su postura natural, el seño de sus cejas permanece y el dolor se impregna como una esencia en su mirada. Este niño crecerá, se volverá un hombre, y aquel rostro crecerá con él, enfrentando la vida con aquellas marcas que dejó el temor infantil. De pronto, este hombre se convierte en padre de una niña, sin intención, la primera cara que esta niña vea, será la de un hombre que en su momento fue un niño temeroso y que su rostro aún guarda como un recuerdo silencioso. Al cargarla esta bebe percibirá aquellos hombros rígidos y esa postura encorvada, esa será parte de la información que empieza a recibir y guardar en su mente, en su propio cuerpo ahora…
Tal vez no cada característica corporal o facial será información puntual de nuestras experiencias, pero seguramente sí albergarán una reminiscencia de nuestras experiencias. Poco a poco la genética se une y combina con lo que vivimos. A veces intencionalmente decidimos expresar por medio de nuestro cuerpo con tatuajes, vestimentas, cabellos de colores, aretes, etc. pero a veces nuestro “envase” transmite por nosotros sin siquiera notarlo. Deja escapar información de quienes somos por quienes fuimos y de quienes seremos.
Qué guarda entonces mi cuerpo, que dicen las marcas en él, qué recuerdos me acompañan… todos diferentes, todas historias diferentes, pero cuerpos al fin… cada uno con algo que decir.
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